Como en otros poblados argáricos, las tumbas se hallan bajo los pisos de los edificios. Buena parte son urnas de cerámica que contienen el esqueleto de una criatura de menos de 5 años. La mortalidad infantil a finales del periodo argárico era elevada debido al azote de enfermedades infecciosas y a una alimentación deficiente en amplias capas de la población. Aun así, no faltan los individuos de ambos sexos y distintas edades.

El ritual funerario mayoritario es la inhumación individual. Sin embargo, algunas tumbas contienen dos esqueletos: hombre y mujer, hombre y criatura y, en un solo caso, dos hombres. Esta última combinación es inusual en la sociedad argárica y abre el debate sobre cuál pudo ser la relación de consanguinidad o de afinidad entre ambos individuos.
La mayoría de las ofrendas depositadas en las tumbas excavadas en 2009 no corresponden a la clase dominante (tal y como se detectan en las laderas superiores y la cima de los yacimientos argáricos) ni tampoco a las clases más desfavorecidas. Los objetos más frecuentes dejados con los cadáveres eran hachas, puñales, punzones, brazaletes y pendientes de cobre, bronceo plata; copas, ollas, cuencos de cerámica y collares de cuentas de hueso y piedra.
Una de las cistas contenía el esqueleto de una mujer y el de hombre adulto junto al que se depositó una alabarda perfectamente conservada y un puñal. Sabemos que los hombres enterrados con este tipo de armamento representan las nuevas estructuras de poder surgidas en el Mediterráneo occidental a partir de El Argar.

No hay que olvidar que en la sociedad argárica se desarrollaron marcadas desigualdades políticas y económicas, basadas, entre otros aspectos, en una producción metalúrgica de armas y adornos sin precedentes. Ello condujo hacia el año 1800 antes de nuestra era al establecimiento de una sociedad estatal, dividida en una clase explotada y una clase explotadora.