Los objetos arqueológicos se dibujan en primer lugar en dos dimensiones a través de las técnicas habituales del dibujo técnico y un posterior tratamiento digital de los contornos y las superficies.
En el caso de las piezas emblemáticas, se procede a su digitalización tridimensional con un escáner láser. Este lector emite un haz de luz que realiza una réplica digital con un error menor a 0,1 mm.


Una vez obtenidas las imágenes en 2D y 3D, ambas fuentes se combinan mediante correcciones fotogramétricas. Las imágenes resultantes constituyen una herramienta muy útil para el análisis tecnológico y funcional de los objetos, ya que permiten observar texturas superficiales y efectuar mediciones muy precisas de variables como rugosidad, alteraciones mecánicas y volúmenes, entre otras.


El programa utilizado posibilita obtener vistas y secciones del objeto, así como simular la reconstrucción de piezas incompletas, o incluso de los rasgos faciales o corporales de individuo a partir de su esqueleto. Además, resulta posible modelar réplicas tridimensionales en distintos materiales (mediante una impresora 3D) adecuadas para la experimentación o como recurso museográfico.